¿Quién eres?
- Belén Caccia
- 5 jun
- 3 Min. de lectura

Hablemos del personaje: ¿Te gusta quién eres? Una mirada escénica al desarrollo personal
No terminas de aceptarte. Ni siquiera te conoces totalmente.
¿Quién eres?
No me digas lo que haces, lo que estudiaste o soñaste.
No me hables de tus títulos ni de tus logros.
¿Sabes realmente quién eres?
Lo creas o no, la mayoría de las personas, ante esta pregunta, me responde: “soy abogado”, “estudio ingeniería”, “soy madre”, “trabajo en marketing”. ¿Y si mañana cerrara tu universidad o perdieras tu empleo? ¿Entonces dejarías de ser?

Ser lo que haces es ser alguien incompleto. Lo que hacemos influye en lo que somos, sí, pero somos mucho más que eso. Somos una conjunción de origen, vivencias, formación, deseos, errores, aciertos... y sobre todo, de lo que decidimos hacer con todo eso.
Esta reflexión, que tantas veces comparto desde las artes escénicas, no es solo válida para actores.
La técnica teatral —y en especial la construcción de personajes— puede ser una herramienta poderosa de autoconocimiento, transformación y mejora de la calidad de vida.
El personaje como espejo y proyecto
En su libro El actor y la diana, Declan Donnellan afirma que
“el personaje no está dentro del actor, sino entre el actor y el objetivo”.
Esto nos revela algo fundamental: no “somos” un personaje dado, fijo, cerrado, sino que lo construimos dinámicamente, en relación con nuestros objetivos y con el entorno.
¿Y si aplicáramos este principio fuera del teatro?
Lo que consideramos “nuestra personalidad” puede verse como una interpretación continua, una narrativa activa que se moldea con nuestras decisiones, hábitos y vínculos.
No se trata de fingir, sino de reconocer que estamos en movimiento, que podemos reinventarnos, ajustarnos, afinar los matices. Igual que hace un actor sobre el escenario.
Konstantin Stanislavski, uno de los grandes padres del teatro moderno, proponía que la clave para construir un personaje era formular una pregunta esencial:
“¿qué haría yo si estuviera en la situación del personaje?”
Y desde esa premisa, explorar los deseos, las contradicciones, los miedos y la historia interna del rol.
Podemos hacer lo mismo con nosotros mismos. ¿Qué historia me estoy contando? ¿Qué deseo? ¿Qué conflictos arrastro? ¿Qué quiero modificar?
El escenario de la vida cotidiana
Como personas, no somos marionetas de un libreto ajeno. Podemos escribir, dirigir e interpretar nuestras propias escenas.
A veces pensamos que el cambio debe ser rotundo, “el gran giro de guion”. Pero, como en una buena dramaturgia, los pequeños actos —una decisión, un gesto, un cambio de mirada— tienen un impacto profundo.

No podemos culpar eternamente al pasado, al contexto o al azar. Uno puede torcer el destino. Basta un paso para dejar de estar donde se estaba. Eso ya es cambio.
Mírate. Escúchate. Imagínate. ¿Qué parte de ti puedes transformar? Pero también: ¿Qué parte de ti puedes amar tal como está?
Anne Bogart, directora y pedagoga teatral, habla en A Director Prepares sobre la “autenticidad escénica” y cómo esta se basa no en la perfección, sino en la presencia consciente. Esa presencia también puede cultivarse fuera del teatro: al hablar en público, al enseñar, al liderar un grupo, al vivir.
Aplicar lo teatral para vivir mejor
La improvisación teatral enseña a estar en el presente.
La oratoria escénica entrena la escucha, la conexión, la expresión clara.
La técnica del personaje nos ayuda a explorar nuestras múltiples dimensiones y a tomar decisiones más libres, más plenas.
No se trata de actuar para ocultar, sino de actuar para descubrir. De vivir como si cada día fuese una escena a construir con intención, verdad y belleza.

Y así, cuando alguien te pregunte quién eres, puedas responder con tu nombre. Con orgullo y seguridad. Porque sabrás que en él habita todo lo que eres: plenamente tú, y en constante movimiento hacia una vida mejor.
Belén Caccia
@BelenCaccia
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