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Los límites en el humor

  • Foto del escritor: Belén Caccia
    Belén Caccia
  • 2 ago
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 25 ago

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La sonrisa es la curva que todo lo endereza

La risa no es solo un gesto: es una herramienta poderosa para mejorar la calidad de vida.


Estudios clásicos (Berk et al., 1989) demuestran que reír reduce el estrés, fortalece el sistema inmunológico y libera endorfinas.

Ya Freud la definía como una liberación de energía psíquica, y el neurólogo Jean-Martin Charcot la valoraba como alivio en sus pacientes.

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Yo me dedico a esto. Es mi trabajo, mi oficio, mi profesión. Es también m i impulso vital. Reír y hacer reír como camino de conexión, de expresión y de transformación.Reír como forma de vida.



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No todos podemos dedicarnos a hacer reír, pero sí a reírnos. Y ojalá lo hagamos más seguido. Ojalá nos permitamos el juego, el absurdo, la carcajada y el desmadre. Porque cuando nos reímos, nos relajamos, nos abrimos, nos mostramos. Reír es una forma de intimidad. Y sin embargo, una de las preguntas que más nos hacen a cómicos y cómicas es:"¿Dónde están los límites del humor?"


Yo no puedo evitar pensar que es una pregunta mal planteada. No porque no haya cosas que puedan doler o molestar, claro que sí. Pero cuando hablamos de humor desde el escenario, desde el deseo de compartir, desde el impulso de generar placer y conexión, la verdadera pregunta es: "¿Nos estamos divirtiendo todos?"



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Yo hago un paralelismo con el amor o el sexo. ¿Hay límites en el amor cuando hay consentimiento, goce y nadie sale lastimado? No. Entonces, ¿por qué tendría que haberlos en el humor cuando hay complicidad, disfrute y respeto por el juego?El humor es un acuerdo. Un pacto invisible que se renueva cada vez que alguien se ríe.Si no hay herida, si hay gozo, no hay que temerle al chiste.


También necesitamos reír para hacer catarsis. Reír no es solo para pasarla bien: es para sobrevivir. Y a veces necesitamos reír justo en el momento más incómodo, más trágico, más inapropiado.



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Por eso en los velorios hacemos chistes. Por eso nos volvemos torpes.Por eso siempre hay un cuñado desubicado que suelta el comentario que no "corresponde", pero que termina salvando el momento con una carcajada. Porque reír no solo es necesario para ser más felices: es necesario para estar sanos.

Y no se trata de negar lo que duele, ni de taparlo con un chiste. Se trata de canalizarlo, de encontrar la grieta por donde entre un poco de luz.El humor no borra la tragedia, pero la hace más llevadera. No minimiza el dolor, pero lo vuelve menos imponente, más humano.

Y a veces reír implica aceptar el dolor del otro… incluso cuando es fingido


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El ejemplo más claro es el del payaso que pisa una cáscara de banana y cae al suelo.¿Nos reímos porque somos crueles? No.Nos reímos porque sabemos que es mentira, que es un juego, que forma parte del pacto ficcional.El payaso se ofrece en sacrificio emocional para que nosotros podamos gozar.Y lo aceptamos. Reímos con él, no de él.

Eso lo sabían Charles Chaplin, Buster Keaton, los hermanos Marx, Totò en Italia, o Grock, el payaso suizo que lloraba con la misma intensidad con la que hacía reír.Ellos, sin palabras o con muy pocas, nos enseñaron que la caída también puede ser gloriosa si el objetivo es hacernos reír.

Mel Brooks lo explicó mejor que nadie con su genial To Be or Not To Be, una película que se atrevió a hacer humor con el nazismo, con sarcasmo, ironía y desparpajo.¿Estaba minimizando el horror? No. Estaba quitándole poder, permitiéndonos mirarlo con otros ojos, perdiéndole un poco el miedo.



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El cómico Dani Rovira, cuando le diagnosticaron cáncer, dijo que una de las primeras decisiones que tomó fue empezar a hacer chistes sobre ello. No para burlarse de la enfermedad, sino para recuperar el control de su historia, para aligerar su carga, para compartir desde el humor lo que le estaba pasando. Seguramente sin proponérselo, ayudó a muchísimas personas que también estaban atravesando algo parecido y no se habían permitido jamás reír en medio de ese túnel.


Porque el humor también abre puertas. También da fuerza. También sana.

Quizás ese sea el verdadero límite del humor. No el que nos marcan desde fuera, no la corrección política ni el miedo a ofender. Sino el de no hacer daño. Cuando en lugar de aliviar, el humor hiere. Pero claro… ¿sigue siendo humor si solo deja cicatrices?


¿Y tú? ¿Te has reído hoy?Espero que sí. Y si no, ven a un show, ve una peli, lee un buen chiste,o simplemente piensa en tu cuñado diciendo una burrada en el velorio de la abuela.Todo sea por un chiste. Todo sea por esa risa.



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¿Te ha hecho bien leer esto? ¿Te ha despertado una sonrisa, una reflexión, una carcajada o una duda?

Entonces ya valió la pena.

Compártelo con alguien que necesite reír, con quien siempre se ríe contigo o con quien hace tiempo que no lo hace.

Y si te apetece reír en vivo, vente a uno de mis shows.Nos encontramos en el escenario, en la risa y en lo que sana.

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