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La popularidad de Shakespeare

EL TEATRO POPULAR DE SHAKESPEARE Y LA POPULARIDAD DEL TEATRO DE SHAKESPEARE

por Belén Caccia



Comenzaré este artículo, sintetizando qué significa para mí teatro popular. Podríamos llamar de esta manera al teatro nacido de y para el pueblo, teniendo como base sus usos y costumbres, con sus lógicos cambios temporales que imprime el inexorable pero lento, cambio de las tradiciones.


Tomando en cuenta que los orígenes históricos del teatro están asociados a la evolución de los rituales relacionados con la caza y con la recolección de frutos y alimentos propios de la agricultura, que desembocaron en ceremonias dramáticas a través de las cuales se rendía culto a las divinidades. Estos rituales también sentaban y reflejaban los preceptos espirituales del grupo social. La práctica teatral está formada por un todo que no puede dividirse, y eso incluye, su entorno fuera el hecho teatral en sí (donde, como y cuando es escrita y/o representada o la obra) Sería difícil por ejemplo, escenificar Hamlet para un público que no sepa lo que es la realeza, que no considere delito el asesinato, o que en su cultura, nunca se hayan considerado ni a modo de leyenda, la existencia de los fantasmas.


Entiendo como teatro popular aquel teatro capaz de llegar a todos los estratos de la población, a través de temas y montajes capaces de suscitar el interés de la gente, de entretener y a su vez despertar la chispa del pensamiento crítico.


Con esta premisa, y basándonos en la historia del teatro para utilizar el término “popular”, podemos seguir hablando sobre El teatro popular de Shakespeare, y la popularidad del teatro de Shakespeare.


Mitos y leyendas


Históricamente partiendo de la Atenas de Pericles, podemos concebir como “popular” un tipo de teatro inteligente, que acuda a mitos o leyendas conocidos por la gran mayoría de la población, y se base en una cultura profunda, arraigada y viva.


Algunos ejemplos en las historias de Shakespeare:



Una de las primeras influencias que podemos encontrar en Hamlet, proviene de una leyenda danesa y es la leyenda Amleth

La relación entre esta leyenda de Amleth y Hamlet son muchísimas, el argumento es casi idéntico (por ejemplo la venganza por parte de Amleth y Hamlet debido al asesinato de su padre por parte de su tío, o cuando ambos son enviados a Inglaterra porque el rey ve peligro en ellos, entre otras cosas) e incluso encontramos similitud en los nombres, como el de Amleth con el de Hamlet y el de Gerutha con el de Gertrudis.

Muchos autores creen que Shakespeare conocía esta obra y la utilizó como base para escribir Hamlet.


Píramo y Tisbe, de la mitología griega, fueron también personajes en “Sueño de una noche de verano” que aquí podemos tomarlo como comedia, y en la historia que se contaba antiguamente era muy triste. Pero podríamos decir que luego, sirvió de inspiración para Romeo y Julieta, cuyo tratamiento puede considerarse más parecido a la historia original.

Para Shakespeare la mitología griega fué una fuente de inspiración algunos autores afirman que se fijó en el mito de Procne y Filomela para su Tito Andrónico.

Partiendo de este relato, Shakespeare construyó su obra dramática, dentro de la cual hizo varias alusiones directas a la historia de Filomela.


Los mitos griegos están presentes incluso en el teatro actual, Shakespeare tomó ciertas historias o personajes y los adaptó a su tiempo, su estilo, sus propias ideas.

De este modo, el teatro es una de las disciplinas artísticas que puede identificarse con el tiempo en el que vive, aunque esté basado en mitos y leyendas antiguas.


Las obras teatrales siempre terminan siendo impregnadas por la realidad de su tiempo. Responden al período en el que fueron creadas y permiten conocer a fondo los aspectos sociales, culturales y políticos que rodeaban la vida de su autor.


Licencia literaria


Vale aclarar antes de estos datos, que en esa época, no existía la propiedad intelectual como hoy la conocemos, y que no se trataba de plagios sino de inspiraciones o versiones, y que Shakespeare si, fue el autor de las historias que conocemos hoy en día como suyas.


Al igual que otros dramaturgos, Shakespeare volvió a los primeros autores de tramas básicas. Esta era una práctica habitual en escritores de la época.

"Othello" pudo ser basada en una novela italiana de Cintio. Una fuente de "Romeo y Julieta" además de los anteriormente nombrados Píramo y Tisbe, y su propia creación para “Sueño de una noche de verano”, fue posiblemente un poema de 1562 escrito por Albert Brooke titulado "El Historye Tragicall de Romeus y Juliet".

También se puede suponer, según algunos historiadores, que se inspiró para "Macbeth" en las "Crónicas (Macbeth)" de Holinshed y en "Historiae Scotorum" de Héctor Boece en 1527 basadas a su vez en hechos históricos.

La mayoría de las obras se basan en historias que ya existían en alguna forma, pero Shakespeare les dio nueva vida y las ofreció al público de su época con la genialidad que solo Shakespeare podía aportar.


Datos históricos en las obras:

Parte de la popularidad de la obra de Shakespeare, nace en la identificación del público con sus personajes, sus emociones, su historia y las situaciones en las que se encuentran. Al igual que en el teatro contemporáneo, el teatro, tanto desde el texto como desde la puesta, es un reflejo del tiempo y la cultura los que se representa. Aún aunque se trate de una historia transcurrida en Verona, y sea representada en Londres, siempre habrá “toques” que representen el tiempo de sus creadores y/o realizadores.


Personajes (ejemplos destacados):



El rey Lear es una figura mitológica británica situada en el siglo VIII a.C.

Cayo Marcio Coriolano era un general romano mítico del siglo V a.C. Cunobelinus (Cimbelino) era un rey británico prerromano.

Julio César fue dictador de Roma (49-44 a.C.).

Marco Antonio formó parte del triunvirato que gobernó Roma del 44 al 30 a.C., y tuvo relaciones con…

Cleopatra VII, reina de Egipto del 51 al 30 a.C.

Tito Andrónico era un general del emperador romano

Marco Aurelio Probo (276- 282).

Hamlet es un rey mítico danés del siglo VI.

Macbeth fue rey de Escocia (1040-1057).


Los llamados dramas históricos (11 en total), con nombres de reyes de Inglaterra, abarcan las guerras civiles inglesas de los siglos XIV y XV. Culminan en la Guerra de las Dos Rosas entre los York (rosa blanca) y los Lancaster (rosa roja).


Cronológicamente, indicando los años en que reinaron, el orden es el siguiente:

Juan I (1199-1216);

Eduardo III (1327-1377);

Ricardo II (1377-1399);

Enrique IV (dos partes, 1399-1413);

Enrique V (1413-1422);

Enrique VI (tres partes, 1422-1461);

Ricardo III (1483-1485);

Enrique VIII (1509-1547).


Ocho de estas obras se suelen agrupar en dos tetralogías históricas:

La Guerra de las Dos Rosas: Enrique VI, primera, segunda y tercera parte Ricardo III Henriada o Tetralogía Lancaster: Ricardo II Enrique IV, primera y segunda partes Enrique V

Los datos históricos en los que se basó Shakespeare para escribirlos provienen seguramente, la mayoría de las veces, de la segunda edición (1587) de las Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda (1577) escritas por Raphael Holinshed, un historiador inglés.


Sus primeras obras fueron cuatro dramas que tenían como trasfondo los enfrentamientos civiles en la Inglaterra del siglo XV, un estilo muy popular en la época. Estas cuatro obras, EnriqueVI, I, II y III parte (aprox 1590-1592) y Ricardo III (aprox 1593), hablan de las consecuencias que tuvo para el país la falta de un liderazgo fuerte, debido al egoísmo de los políticos de la época (gran mensaje para su tiempo).

El ciclo se cierra con la muerte de Ricardo III y la subida al trono de EnriqueVII, fundador de la dinastía Tudor, a la que pertenecía la Reina Isabel.



El estilo y la estructura, contienen muchísimas referencias al teatro medieval y otras a las obras de los primeros dramaturgos isabelinos, en especial Cristopher Marlowe, a través de los cuales se dice que conoció las obras del dramaturgo clásico latino Séneca.


Esta influencia, que se manifiesta especialmente en sus tantísimas escenas sangrientas y en su lenguaje colorido y redundante, tan fácilmente perceptible en Tito Andrónico (aproximadamente de 1594), una tragedia llena de “justas” venganzas, que tiene según lo que se percibe desde sus diálogos, una puesta en escena muy detallista.

De esta forma, estas historias plagadas de dramas, tragedias, comedias, luchas internas de los personajes, batallas sangrientas, y demás, tenían ciertos “datos verdaderos” que lograban además de darle un marco espacial y temporario a lo representado, una historia en común entre el espectador y los personajes. Ambos tenían o habían tenido un mismo origen, un mismo rey, un mismo temor, un mismo sueño, una misma necesitad, una misma cultura.


El “Marketing” de Shakespeare

Mientras el drama renacentista italiano se desarrollaba como una forma de arte elitista, el teatro isabelino resultaba un gran contenedor que fascinaba a todas las clases, haciendo de alguna manera de "nivelador" social.

A las representaciones acudían príncipes y campesinos, hombres, mujeres y niños, porque la entrada estaba al alcance de todos, y las localidades tenían (como hoy en día en el teatro al que llamamos convencional) diferentes precios.


“El que se queda de pie abajo paga sólo un penique, pero si quiere sentarse, lo hacen entrar por otra puerta, donde paga otro penique más; si desea sentarse sobre un cojín en el mejor sitio, desde donde no sólo se ve todo, sino que también pueden verlo a él, tiene que pagar en una tercera puerta otro penique más”.

Descripción que hace Thomas Platter de Basle en 1599, luego de visitar “The Curtain”.


Acudir al teatro era una costumbre muy arraigada en la época. Por esto todos los dramas debían satisfacer gustos diversos: los del soldado que quería ver guerra y duelos, la mujer que buscaba magia y romanticismo, la del abogado que se interesaba por la filosofía moral y el derecho, y así con todo el público posible. Incluso el lenguaje teatral refleja esta exigencia, enriqueciéndose con registros muy variados y adquiriendo gran flexibilidad de expresión. (Aunque estos, están implícitos en el texto, ya que en ese momento no se escribían acotaciones del director, sino que todo estaba en hechos, entendido desde los parlamentos) Había que llegar a todos, en el más amplio sentido de la palabra “llegar” y William Shakespeare lo logró.

Fue de Stratford a Londres en 1588 y, cuatro años más adelante, ya había logrado un notable éxito como dramaturgo y actor teatral. Tuvo el mecenazgo de Henry Wriothesley, tercer conde de Southampton.

La publicación de dos poemas eróticos según la moda de la época, Venus y Adonis (1593) La violación de Lucrecia (1594), y de sus Sonetos (editados en 1609) le dieron la reputación de brillante poeta y gran popularidad entre todo tipo de público.


La reputación de Shakespeare se basa, sobre todo, en las 38 obras teatrales de las que se tienen indicios de su participación, aunque sus contemporáneos de mayor nivel cultural las rechazaron, por considerarlas, como al resto del teatro, tan sólo un vulgar entretenimiento.

Resulta extraño creer eso, cuando hoy en día, puede llegar a considerarse por mucha gente “culto” o “de elite” el representar una obra de Shakespeare.


Shakespeare en Londres compartió los beneficios de la compañía teatral en la que actuaba, la “Chamberlain's Men”, más tarde llamada “King's Me”n, y de los dos teatros que la compañía tenía, “The Globe” y “Blackfriars”.

Sus obras fueron representadas tanto en estos teatros, como en la corte de la reina IsabelI y del rey Jacobo I.

En 1610, William Shakespeare volvió a su pueblo natal. Había cumplido uno de sus muchos propósitos, lograr una fortuna. No es ilógico pensar que lo que Shakespeare buscaba, aun siendo un dotado, un genio, un artista especial, era éxito económico.


Escribía obras a pedido y se acomodaba dentro de su estilo y genialidad, a la moda de la época. Vivía de eso como tantos artistas de su época y como tantos otros de hoy en día.


Los textos de Shakespeare que conocemos hoy en día, están extremadamente corruptos, modificados a través de la historia, como resultado de la reconstrucción hecha de memoria por algunos de los miembros del reparto. Uno de los motivos por los que no hubo obras de Shakespeare en imprenta en su tiempo, según De Quincey es porque para él, la representación teatral era la verdadera publicidad, no la impresión de un texto.


Algo muy importante que se debe tener en cuenta es que en aquel momento no existían los derechos de autor. Los textos se aprendían de memoria y luego se transcribían; de hecho, las ediciones estaban fuera del control del autor. El drama se escribía como libreto con el único propósito de ser representado. No se concebía el teatro para ser simplemente leído.


Sabemos que a partir del Siglo XVI, cuando el teatro comenzó a alcanzar una gran popularidad en todo el mundo, surgiendo carros ambulantes que ofrecían espectáculos teatrales y anfiteatros creados con el mismo fin: entretener a la gente y ganar dinero para sobrevivir.


El teatro español ocupa un lugar importante en este tipo de teatro y en él destacan las figuras de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca.

También en Francia el teatro popular cobra gran importancia donde destacaron las obras Corneille y Molière, entre otros.

En Inglaterra, fueron muchos los autores destacados como Christopher Marlowe o Ben Jonson pero Shakespeare, alcanzó una fama a través del tiempo y la geografía.


Nuestro Shakespeare - Nuestro teatro popular

Muchas veces, cuando utilizamos el término “popular” para un movimiento artístico, nos olvidamos que para que exista lo popular debe existir el pueblo, y con él una cultura de manejo común, que permita el acercamiento masivo al arte, su decodificación, su evolución y su efecto en la gente. Esto no significa que necesariamente los argentinos debemos leer y ver teatro argentino, o los españoles, únicamente teatro español, ni que en caso de que veamos una obra de Shakespeare, deberá ser adaptada a nuestras costumbres.

Una de las virtudes que tiene la creación de este autor, es precisamente, y contrariamente a lo que tanta gente puede creer antes de acercarse a él, es su simpleza y su contenido de fácil entendimiento.

Podemos pensar que es superfluo hablar de “arte popular” o más específicamente de “teatro popular” en un mundo donde lo que vemos en el cine o en televisión a diario, nos puede hacer pensar que la cultura está cada vez más degradada, rebajada al nivel del consumo, cuando en realidad, como mencioné anteriormente, aún las obras de Shakespeare estaban asociadas al consumo y a la necesidad del público para vender entradas y mantener económicamente al teatro y su compañía, independientemente de quien las apadrinara.


Muchos huyen del pobre William

“La cultura Shakespiriana” en nuestros días, en muchas ciudades aún con cultura o costumbre teatral, es considerada un bien inalcanzable, elitista, o directamente inexistente. Muchas veces, se asocia a lo acartonado o lo aburrido (What???)

Asociada tal vez con el estudio literario, el conocimiento del idioma inglés, o la posibilidad de una formación teatral más “pomposa” o selectiva.


Pero él sabe conquistarles


Por general, quienes se acercan a las obras de Shakespeare, se asombran al ver que en estas abunda la acción, los personajes son creíbles, y las situaciones en las que estos se ven envueltos, pueden ser tan parecidas a las nuestras hoy en día.

Humor, aventuras, romance, terror…Shakespeare podría ganarle a todas las series de Netflix juntas, te lo aseguro.

En sus obras predominan la avaricia, el poder, la ambición, el amor, los celos, los problemas que trae la vejez, el racismo…nada nuevo, nada que no conozcamos, pero claro…nosotros/as vivimos el arte teatral y literario de hoy, ya impregnado por lo que genios como él nos han dejado.


No todo tiempo pasado fue mejor

No estoy planteando volver a la atmósfera cultural que animaba a la Atenas de Pericles, o a la Londres de Shakespeare, ni mucho menos planteando aquellas épocas como ideales culturalmente, sobre todo tomando en cuenta que en la polis existían entre otras tantas cosas: la esclavitud, la discriminación de las mujeres, los mestizos que no tenían derechos civiles y los sirvientes que podían asistir al teatro pero solamente si sus patrones se lo permitían. Y la Londres isabelina, tenía un altísimo grado de analfabetismo y de represión por parte de la iglesia protestante, con una monarquía absoluta y una corte de nobles que excluía de la riqueza y de la cultura al resto del pueblo. No los propongo como ejemplos a seguir, sino que los describo como ejemplos a tomar en cuenta, solo en cuanto la valoración de su arte popular.


Nadie hubiera calificado a Esquilo, a Sófocles, a Eurípides, a Shakespeare, a Marlowe de antipopulares, de elitistas, de discriminar de alguna manera, a quienes no contaban con una educación formal, porque de hecho, sus obras no lo hacían y Shakespeare no contaba con ella.


Si analizamos estas sociedades del pasado y comparamos su teatro con el nuestro, y su concepto de lo “popular” con nuestro concepto de lo “popular”, tendremos que admitir forzosamente que el teatro que entonces era popular en esos pueblos, hoy es visto como elitista en el nuestro, a pesar de la educación gratuita y obligatoria, de internet y la globalización, de los televisores y los festivales y espectáculos gratuitos en teatros y espacios públicos.

Quizá tengamos que ser quienes hacemos teatro quienes tengamos que cambiar para llegar al pueblo.

Quizá tengamos que encontrar el modo de contarles y mostrarles que en estos siglos no hemos cambiado mucho. Que por más aterrador que parezca se trata de la naturaleza humana representada.

Que nos resultará fácil encontrar aspecto de nuestra personalidad magnificados por el genio de Shakespeare en el racional príncipe de Dinamarca, el celoso Moro de Venecia, la noble Cordelia o la ambiciosa Lady.


¿Por qué insisto con “popular”?

Hoy en día, se pueden encontrar puestas de obras de Shakespeare en un sinfín de adaptaciones, desde el intento de la reproducción más fiel a una puesta del Globe de la época victoriana en el nuevo Globe de Londres, hasta adaptación clown de Otelo en el teatro de la Carpintería en Buenos Aires o adaptaciones a la danza.


En todo el mundo se disfrutan a cada hora obras de su autoría. Parte del resultado de su popularidad, hace que se hayan representado sus historias también en cine, en animación, en juegos de computadora y en cuando medio podamos nombrar, encontraremos el legado de sus obras.

Insisto con la palabra “popular” porque considero que una obra dramática clásica es capaz de aportar mucho a la educación de una persona, no sólo en los principios morales y éticos básicos indispensables para un ser humano social, sino también en la refinación del pensamiento, en la bondad, en el gusto por la justicia.

Paralelamente a sumar un buen uso del idioma, la comprensión de cierta poética y un acercamiento a la belleza del arte y toda la magia que ella encierra.


Shakespeare el humano

Hay deducciones basadas en hechos históricos menores, incluso en chismes y datos no formales de la época, que nos hacen pensar en Shakespeare como una persona permeable a su entorno. Un humano que se dejaba empapar por la realidad inmediata de su época, por sus vecinos, su cotidianeidad, como cualquiera de nosotros. Y nos dejan entrar de algún modo, en algunos puntos que pudieron ser de algún modo, fruto de su inspiración. Acostumbrados a pensar en él como el genio inspirado por algún dios, que escribía ese arte inalcanzable y único, tan especial y maravilloso, que hasta llegó a hacer pensar a muchos escépticos, que William Shakespeare no existía, nos olvidamos por momentos de pensar en el cómo una persona, con miedos, necesidades, ambiciones y debilidades como cualquier otro.


Tomemos en cuenta algunos datos no formales que hablan de su época:

En épocas de Shakespeare, los judíos no podían ser miembros de los gremios. Prácticamente lo único que podían hacer para sobrevivir, era prestar dinero con intereses, cosa que los cristianos no podían hacer. Y de ahí, podemos deducir la inspiración en parte para El mercader de Venecia.

Otro dato que pudo haber sido usado para inspirar esta obra, es que en 1594 Rodrigo López médico de Isabel, fue descuartizado públicamente porque sospecharon que intentaba matar a la reina, él era español y luego se descubrió que además, era judío converso. Ambas cosas mal vistas a los ojos de la corona.

Unos cuatro años después, aproximadamente en 1598 Shakespeare escribe El Mercader. Otelo, el “Moro” estaba en Venecia, porque este era un lugar cosmopolita.

Tenía lógica que lo haya situado allí. “La rosa no dejaría de ser rosa, tampoco dejaría de esparcir su aroma, aunque se llamara de otra manera” W. Shakespeare en “Romeo y Julieta” En “Romeo y Julieta” hay una frase sobre si la rosa tendría el mismo olor llamándose de otro modo, y esta, que hoy se representa con toda la poesía, profundidad y seriedad que uno supone que tiene, aparentemente era un chiste que todos entendían (y funcionaba muy bien), burlándose del olor que había en el teatro “The Rose” que tuvo que ser cerrado en su momento incluso por el mal olor.


Conclusión:


Hoy en día, se dice estadísticamente que cada 4 horas se realiza una función de Macbeth en algún lugar del mundo. Esta es una de las tantas miles de estadísticas que podrían apoyar el hecho de que Shakespeare hoy en día es un autor popular.


Bastaría con preguntarle a un niño de 8 años sobre Romeo y Julieta y seguro habrá visto al menos, la sátira hecha por Los Simpson o tendrá una leve idea de que se trata sobre dos enamorados a los que no han podido estar juntos por algún motivo.


Se puede encontrar el legado de Shakespeare en diferentes formas de expresión, a sabiendas o no, de que estamos en presencia del mismo.


Datos irrelevantes para cerrar

Me gustaría cerrar esta nota, con un dato absolutamente sin importancia para la genialidad de Shakespeare y su maravilloso legado, pero curiosamente parámetro del éxito comercial de un artista en nuestros días y medidas de popularidad:


Su posicionamiento en el buscador de google. Después de 400 años de su muerte, la palabra “Shakespeare” en Google, tiene como resultado Cerca de 131.000.000 páginas, mientras que Marlowe tiene 831.000 y Ben Jonson tan solo 703.000.


Una vez más, gana William, el popular.



Belén Caccia


Estas notas las escribo por verdadero amor al arte y a compartir lo aprendido. Por favor si copias algo de lo que he escrito, cita la fuente.

Te invito a leer otras entradas del blog o pasear por mi web.



Bibliografía: Kermode, Frank, El tiempo de Shakespeare. Traducción de Juan Manuel Ibeas. Madrid, Debate, 2005. Oliva, Salvador, Introducción a Shakespeare. Barcelona, Península, 2001. Auden, W. H., Trabajos de amor dispersos. Conferencias sobre Shakespeare. Barcelona, Crítica, 2003. Bloom, Harold: Shakespeare. La invención de lo humano. Barcelona, Anagrama, 2002 Concha, Á. de la, Elices, F. y Zamorano, A., Literatura inglesa hasta el siglo XVII. Madrid, UNED, 2002. *Basé lo anunciado como “datos informales” en este trabajo, en notas tomadas por mí en Stratford, Inglaterra, de comentarios y dichos de actores del elenco estable de la Royal Shakespeare en julio de 2014 y en docentes y conferencistas del Festival Shakespeare de Buenos Aires en febrero de 2014 y 2015


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